contador

fotos

sábado, 26 de junio de 2010

Los trabajadores en América Latina, siglo XX

Por Matías Goñez Y Andrés Agüero

de 3º año “A” Polimodal


La generalización de las relaciones sociales de producción capitalista generó un crecimiento de los obreros urbanos y rurales en los países latinoamericanos: una clase social que ganaba su sustento vendiendo su fuerza de trabajo a cambio de un salario.

Su cantidad se podía observar en algunas áreas claves del desarrollo del capitalismo periférico ligadas a la economía de exportación, muchas veces producto de las propias inversiones del capital extranjero. De este Modo nación un proletariado urbano en las áreas de ferrocarriles. Puertos, telecomunicaciones, transporte y sector terciario y otro rural en las zonas mineras, agrícolas y de plantaciones.

Por la importancia que tuvieron el salitre, el cobre y el estaño en la economía de exportación de Perú, Chile y Bolivia, el sector obrero más significativo fue el minero, especialmente en Bolivia. En el Caribe, debido a la economía de plantación, fue el proletariado de los ingenios azucareros. En Brasil, se ubicó en la incipiente industria y en los latifundios cafetaleros y, en Colombia, surgió la explotación del banano producto de las inversiones norteamericanas. En la Argentina, Uruguay y Chile creció ligado a la producción manufacturera.

Este proceso en la costa atlántica fue acompañado por la inmigración europea, pero principalmente por las migraciones internas del campo a las nuevas regiones productivas o de servicios. Por este motivo, el tema de la identidad de esos grupos como una clase social diferenciada en este continente recorrió un camino distinto del proceso europeo. Esos obreros se distaron claramente del resto de la sociedad: delimitaron un territorio (los barrios obreros apartados del centro), utilizaron ropa, vocabularios y gustos que los hacían distintos a los patrones. Esto fue conformando una unidad y una identidad como clase social, incluso, más allá de las nacionalidades. Crearon sus sindicatos y fundaron sus partidos socialistas o anarquistas. En cambio. En América Latina la construcción de una identidad de clase fue diferente. En un mismo lugar de trabajo se encontraban diferentes etnias y nacionalidades: extranjeros europeos, latinoamericanos de diferentes países, nativos de distintas regiones.

Sin embargo, todos ellos tenían en común un mundo cotidiano en el que, mientras la economía primaria exportadora permitía hablar de desarrollo y progreso, ellos vivían las más absolutas penurias. Los “siringueiros” que desangraban a los árboles en la selva con su cuchillo para obtener el caucho o quienes se adentraban en montañas y laderas húmedas de San Pablo para recolectar “el rojito”, fruto del café, o aquellos que bajaban el coco para luego aplastarlos con sus pies y ponerlos al sol para producir el cacao en Brasil, Venezuela o Ecuador; o el zafrero de Cuba o Perú, todos ellos, niños o mujeres, jóvenes y ancianos, compartían un trabajo duro padeciendo la explotación cotidiana. Las condiciones de trabajo eran prácticamente servil: cobraban sus salarios míseros la mayoría de las veces con vales de compra en el almacén o tienda del dueño de la plantación o hacienda, recibían castigos corporales, caían en la servidumbre por deudas. Vivían en chozas o hacinados en galpones durante las cosechas. El hambre, el paludismo, la tuberculosis o una víbora no prevista los conducía directamente hacia la muerte.

Muchos de esos peones habían llegado migrando desde el centro del propio territorio buscando cambiar su suerte, como por ejemplo, familias enteras del nordeste brasileño huyendo de la sequía rumbo a los cafetales de San Pablo o a la selva del caucho, llegaban y, para comprar sus instrumentos de trabajo ( el cuchillo. Los tientos), se endeudaban y debían trabajar a cambio de nada para pagar la deuda. Muchos, “tentados” por la publicidad que recorría el rancherío diciendo que se necesitaba mano de obra y habría buena paga, al llegar se encontraban con cientos de manos libres, sin trabajo, y debían vender su fuerza de trabajo por nada.

En contraste con esas vidas míseras del desarrollo urbano, debido al incremento del intercambio económico con Europa, este continente vivía su modernización capitalista que era impactante, con sus grandes mansiones, salones, teatros; pero el progreso también fue la concentración de tierras en pocas manos, la expropiación de colonos y comunidades indígenas. Asimismo, el monocultivo para la exportación desplazaba de zonas cultivables a otros productores destruyendo la tierra y la posibilidad de alimentos para los trabajadores nativos.